En busca de complicidad (pt III)

Cemantico
4 min readDec 27, 2020

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— Me falta un amigo. Te necesito, viejo. Necesito de tu ayuda.

Diogenes Searching for an Honest Man, attributed to J. H. W. Tischbein (c. 1780)

Una ciudad destruida, edificios desmoronados, inhóspito a plena luz del mediodía, deshabitado, solitario. Reflejo de miles de guerras, de miles de peleas, de conflictos internos que destrozaron el hogar que alguna vez hubo en la mente de una persona rodeada de seres queridos, y de conflictos externos, del vaivén de amar y amar bien, de ser amado y correspondido, de tener amigos. Porque hace falta tener amigos. Hace falta más amor y menos guerra. Cierto, la paz y la guerra se corresponden casi por necesidad, mi querido Tolstoy. Siempre vas a pelear con otras personas. ¿Pero destruir ciudades enteras?, ¿destruir pedazos de tu mente?

Toda mente se haya en constante remodelación, en una pulsión de muerte autodestructiva y suicida, siempre buscando cambiarse así mismo: Así es el ser humano. Y destruir lo que hubo no es malo, a veces incluso es necesario hacer un cambio drástico para dejar que crezcan nuevas cosas. ¿Pero qué cosas crecen en tu ciudad?

Una ciudad destruida, inhóspita a plena luz del mediodía.

— ¿Alguien necesita ayuda? — decía un viejo, el único sobreviviente, con una lámpara encedida para esclarecer todas las esquinas.

El viejo estaba en busqueda de un amigo. Al viejo le hace falta un amigo. ¿Pero cómo puedes perder a lo que no tienes? Porque dejaste morir a las voces que te gritaban “TE NECESITO, VIEJO, ¿PUEDES SER MI AMIGO?”. No hay nada más difícil que ser tu propio amigo que además ser amigo de tu pasado. Que llegar a viejo y envejecer cada día mirando a tus sueños arder, con la esperanza que como el fénix resurjan de sus cenizas una nueva vida. Por eso el viejo buscaba con su lámpara, “¿adónde me perdí?”, decía, “Me hace falta un amigo”.

En eso escucha una voz a la lejanía. “¿Alguien necesita ayuda?”, escuchaba. Era la voz del viejo que había escuchado hace ya tantos años. Era la voz en la que ahora se había convertido. Mientras el anciano con su lámpara apuntaba a todos lados, en busca de complicidad.

«Todos los ángeles del apocalipsis tenían razón — dice para sí — porque ellos son todas y cada una de las cosas que yo aprecio en otra persona. Son las cosas que busco. Son las cosas que deseo. Y ellos estaban allí para destruir lo que había, y crear algo nuevo. Todo tiene que morir. Recuerda, recuerda, eres mortal. Eres temporal. El gran tiempo, el ancestro del universo, inamovible, ineludible, determinista, en lo que nada cambia, en lo que todo ya pasó y solo son distintos puntos en un esquema. Eres temporal. Estás aquí ahora. Estás aquí para siempre. Todo tiene que morir. Morir es cambiar. Morir es el cambio. Todo lo que muere dejó de ser lo que era. Y tenemos que morir un poco para cambiar»

Escuchaba cada vez más y más aquella voz del viejo del pasado, “¿Alguien necesita ayuda?”, y cual Diógenes iba buscando entre los escombros alguna persona honesta. Alguna persona dispuesta a morir. Alguna persona dispuesta a renacer de las cenizas, a cambiar, a ser cada día alguien distinto, y hacerlo junto a un amigo. Le hace falta un amigo. Complicidad.

«Nos aferramos a los momentos porque creemos que así van a durar más, pero no es así. Lo único que tenemos es este momento. Y por eso nos aferramos a las personas en busca de algo duradero, de algo persistente en el tiempo. De alguien “leal”, de alguien quien te haga ser mejor, de alguien quien te ayude, de alguien quien te haga feliz, de alguien quien te entienda. Porque así construimos una historia entre los dos. Así creamos una identidad. Así creamos significado. Y no hay más nada que podamos hacer con los momentos, que estar ahí, presente, haciéndolos significantes

»Estoy… Estoy en busca de complicidad. Estoy en busca de fingir que importa de algo. Estoy en busca de compartir este momento. No hay nadie más miserable que quien no sepa estar solo, porque siempre lo estamos. Hay que amar a la soledad como la compañía de uno mismo. Pero es eso lo que le da significado a compartir momentos. A tener complicidad. Es ser tu mismo, con alguien quien sea sí mismo.

»Eso… eso es lo que deseo. Estoy en busca de complicidad. De ayudar, de querer, de mejorar, de amar, de hacer feliz, de entender. Me hace falta un amigo. Me hace falta ser un amigo. Te extraño, yo»

En lo que su lámpara se ilumina cada vez más y más, haciendo de las cosas a su alrededor tan brillantes como irreconocibles. Todo perdía su borde, todo se hacía luz. Y así, algunas cosas empezaron a surgir. Algunas cosas volvieron a estar ahí. Un pequeño hogar, una pequeña cosas, esperando a ser destruida otra vez en un bucle. El anciano se hizo joven otra vez, disfrutando de las cosas que volvieron, de las nuevas que llegaron, y de la nostalgia al ver por la ventana el ambiente post-apocalíptico de todo lo que se perdió.

Ese es el costo de vivir. Perderlo todo, aunque lo vuelvas a hacer. Perder a tu familia, a tus amigos; conseguir a nuevas personas en nuevos lugares, y amarlos también, hasta que los pierdas también. En busca de complicidad. En busca de alguien nuevo a quien amar, y alguien quien te ame también.

Por solo un momento…

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